VELOCIDAD LECTORA
¿Qué es la velocidad lectora?
Cuando hablamos de velocidad lectora nos referimos al número de palabra leídas por minuto. La manera más común de medirla consiste en poner un texto para que el lector lo lea y contar el número de palabras que consigue leer en un minuto. También se puede medir presentando una lista de palabras y comprobando cuanto tiempo tarda en leer la lista completa. Dividiendo el número de palabras correctamente leídas entre el tiempo invertido en leerlas se obtiene también la velocidad lectora.
Velocidad lectora en niños de primaria
¿Cuántas palabras tienen que leer los niños en un minuto para tener una velocidad lectora normal?
Se estima que los niños de primero de primaria leen entre 35 y 59 palabras por minuto, los de segundo entre 60 y 84, los de tercero entre 85 y 99, los de cuarto entre 100 y 114, los de quinto entre 115 y 124 y los de sexto entre 125 y 134. Pero obviamente, depende la forma de medirla. No es lo mismo utilizar un texto o una lista de palabras. También depende de las palabras que se empleen, si son palabras largas o cortas, de alta frecuencia o de baja frecuencia, etc.
Según datos del test Prolec-R, el test de lectura más utilizado en lengua española, cuando se utiliza una lista de palabras (de entre 5 y 8 letras) los niños de primero de primaria leen 24 palabras al minuto como promedio, los de segundo 42, los de tercero 49, los de cuarto 61, los de quinto 73 y los de sexto 85. Cuando tienen que leer un texto, en el que también aparecen palabras muy cortas y frecuentes (y, en, el, por, a, de,…) la velocidad es casi el doble. En primero 45 palabras al minuto, en segundo 78, en tercero 92, en cuarto 110, en quinto 135 y en sexto 149.
¿Cómo se puede mejorar la velocidad lectora?
La respuesta es sencilla: con la práctica. Para poder leer es necesario saber cuál es el sonido que corresponde a cada letra. Pero además hay que automatizar esa relación para no tener que pararse a pensar la pronunciación de las letras que forman cada palabra. Cuanto más automatizada esté esa relación más rápida será la lectura y menos recursos cognitivos necesitará. Los buenos lectores tienen tan automatizada la relación entre las letras y sonidos que no pueden evitar leer cualquier palabra que aparezca ante sus ojos (algo de lo que se aprovecha la publicidad).
Por otra parte, la práctica lectora lleva a que veamos las palabras escritas una y otra vez, especialmente las más frecuentes, con lo cual formamos representaciones de esas palabras en nuestra mente. Eso nos permite reconocerlas y leerlas directamente sin tener que ir identificando una letras tras otra. De esta manera cuántas más palabras tengamos en la cabeza más rápida será nuestra lectura. O dicho de otra forma, las personas que leen mucho tienen almacenadas las formas ortográficas de muchas palabras. Y eso les permite leer de manera más rápida y eficiente.
Leer a la velocidad adecuada
Leer de manera lenta dificulta la comprensión, ya que al dedicar excesivo tiempo en descifrar cada palabra resulta difícil seguir el hilo de lo que se lee. Pero una lectura demasiado rápida también dificulta la comprensión. De hecho, los métodos que tratan de incrementar la velocidad lectora no suelen ser recomendables porque el sistema no es capaz de procesar la información tan rápido. Lo que se gana en velocidad se pierde en comprensión. Los ojos se tienen que mover por el texto a la velocidad que indica el cerebro. Si se mueven muy lentos se pierde el ritmo de lectura. Pero si mueven muy rápido el cerebro no puede procesar toda la información que le llega.
En resumen, lectura fluida sí pero a una velocidad en la que el cerebro pueda asimilar la información.
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